Tal como es costumbre, en esta sección de nuestra plataforma hemos tratado diversos temas financieros que son contingentes al día a día de las personas, pasando por cómo nos afecta la inflación, hasta llegar a tópicos como los impuestos o métodos comunes de inversión. Sin embargo, hoy hablaremos de un tema ligado a la macroeconomía, que dada la contingencia actual que vivimos en muchos países, nos concierne a todos entenderlo: esto es la importancia de una regla fiscal y su utilidad para la estabilidad macroeconómica.
Uno de los debates más vívidos que tenemos hoy en día es que tanto o que tan poco deben los gobiernos intervenir en sus economías para evitar la quiebra y el desplome de la actividad comercial de sus países. Si bien en este espacio no entraremos en ningún juicio de valor al respecto, creemos que es importante plantear el hecho de ser conscientes del manejo de los recursos de una nación.
En otras palabras, más allá de estar de acuerdo en querer un estado mas grande y asistencialista o más chico y regulador, es relevante ser consiente de que, al final, cualquier proyecto o programa social y económico que se implemente requiere recursos, los cuales provienen de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos, por lo que es más que lógico pedirles a quienes administran estos recursos, que lo hagan con responsabilidad.
Pero entonces, ¿Qué es una regla fiscal?
Tal como su nombre lo indica, una regla fiscal es una serie de medidas y restricciones permanentes que se imponen los gobiernos, los cuales se miden respecto a ciertos parámetros macroeconómicos como el déficit público, el nivel de gasto, el volumen de la deuda u otro componente.
Simplificando, imaginemos que el país entero se compone solo de 4 personas en un hogar, dónde a una persona se le encarga llevar las finanzas, por lo que deberá proveer de los bienes y servicios necesarios a cada uno de los integrantes de ese lugar. No obstante, esta persona sabe que los ingresos del hogar no son 100% estables, por lo que deberá prever los momentos de bajos ingresos y compensar con los momentos de mejores ingresos.
Siguiendo con el ejemplo, esta persona encargada no debería tomar más deuda de la que los integrantes del hogar podrían pagar, puesto que eventualmente no habría forma de hacerse cargo de estos pasivos. Además, si es que esta persona sabe que están pasando por un buen momento económico, lo más lógico es que no se consuma todo su ingreso, sino que, por el contrario, deje una reserva ahorrada o invertida para futuros momentos de ‘vacas flacas´.
Bajo esa misma idea, muchos estados se enfrentan a ingresos que son cíclicos y dependientes de las circunstancias económicas, es por esto por lo que, de manera responsable, muchos países deciden obligarse a mantener ciertos estándares financieros como, por ejemplo: no sobrepasar cierto nivel de deuda como porcentaje del total del producto (o PIB), ahorrar un porcentaje de los ingresos si es que se encuentran en la parte positiva del ciclo económico, entre otras medidas.
Esta necesidad de adoptar criterios fiscales estrictos se amplifica en regiones como la nuestra, en donde la mayoría de los países dependen en gran medida del precio de materias primas o producción de bienes agrícolas. Esto debido a que ese tipo de bienes suelen tener mayor volatilidad y ciclicidad, por lo que una regla fiscal laxa o inexistente puede llevar a grabes consecuencias a una economía en el mediano y largo plazo.
A pesar de que hace bastante sentido ser responsable con las finanzas del estado, en Latinoamérica no hace mucho que hemos adoptado oficialmente este tipo de medidas. Colombia empezó en el 2000 con una regla basada en el gasto, México cuenta con una regla asociada al balance presupuestario a partir del 2006, mientras que en Chile existe desde el 2001. Siendo más precisos, para 1990 solo nueve países en el mundo contaban con una regla fiscal, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que nos muestra que a pesar de que hace bastante sentido intuitivo tener ciertas normas a la hora de manejar los recursos, es desde hace poco que nos hacemos cargo oficialmente de ello.
“Pero el estado puede imprimir billetes…”
Si bien esto es cierto, y en nuestro ejemplo ese no era el caso, la mayoría (por no decir todas) las experiencias que hemos tenido donde la solución ha sido imprimir más billetes, ha llevado a estos países a desastres económicos, iniciando por altos niveles inflacionarios, pasando por encarecimiento de la deuda y terminando por la fuga de inversionistas del país.
Y, ¿qué hacemos en pandemia?
Esta es quizá la respuesta mas compleja de responder, puesto que por un lado tenemos la mayor necesidad de recursos y apoyo que no veíamos en mucho tiempo, pero por el otro lado, tenemos que evaluar hasta qué punto podemos, como sociedad, financiar los programas de rescate a empresas y asistencias sociales.
Si bien podemos estar de acuerdo en que este es un momento en donde podemos ser más laxos en términos económicos y tomar deuda en pro de sobrevivir como sociedad, hay que tomar en cuenta que todos estos ‘platos rotos’ debemos pagarlos eventualmente.
Como ultimo factor a tener en cuenta, debemos considerar que la responsabilidad del gasto estatal no es únicamente con los que vivimos actualmente en un país, sino también con las generaciones que vienen, dado que es discutible desde un punto de vista ético y moral, si es justo o no que las deudas que estamos tomando nosotros ahora, las terminen pagando las generaciones siguientes, haciéndolos responsables de unas cargas de las cuales no fueron causantes y ni siquiera las vivieron.